Por: Camilo Leighton ©
Señor, no se que escribir para describir lo que haces por mí, creo que mis palabras son finitas, mortales y transitorias para poder plasmar en el papel tu eternidad, inmortalidad y omnipresencia. Los muchos calificativos que existen son limitados para poder reproducir lo que deseo decir. No solo me das la vida sino también la capacidad de decidir entre el bien y el mal. Nunca he estado solo desde que comencé a caminar, siempre me haz guiado en cada paso que doy. Cuando caigo eres el primero en extenderme tu mano, y decirme no importa hijo mío yo estoy aquí, los seres humanos se equivocan cuando escogen y cometen errores, errores que perjudican a los que más quieren. Pero ten presente que yo te doy mi perdón, olvido tu pecado, y lo arrojo al fondo de la mar para no acordarme más de él. Lo más importante que existe en este mundo eres tú, no importa sí lo crees o no lo crees, yo nunca te dejare de amar. A pesar que tú no desees amarme ahora, yo te seguiré amando. Di a mi Hijo Jesucristo para librarte de las cadenas que te tenían aprisionado bajo el dominio del Príncipe de este mundo, no existe mayor demostración de amor dada a los hombres. Y muy pronto intervendré para erradicar para siempre el dolor, las lágrimas, el odio que es generado por causa del pecado ¿Dónde está muerte tu aguijón? ¿Dónde están aquellos a quienes separaste? ¿Dónde se encuentra la tristeza que tanto gozabas ver en cada funeral? En la eternidad no habrá lugar para ti, muerte, dejarás de ocupar un lugar importante en la vida de mis hijos, yo los he creado para que sean felices y gocen las maravillas que he creado. En un abrir y cerrar de ojos pasarás al olvido.
Las palabras son limitadas para decribir todo lo que has hecho por mí, Señor.
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